sábado, 19 de julio de 2008

La mujer. Mi más imposible sueño.

Gente de toda época y edad le ha dedicado gran parte de su tiempo ha hablar de guerras, espíritus altruistas, conocimientos y preguntas sin respuesta. Grandes del pensamiento han tratado de descifrar y encontrar la verdad (si es que la hay) a preguntas referidas nada más y nada menos que a la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Otros, no menos desvalorizados que los anteriores, han intencionado su razón en cuestiones de “el hombre y el ser que lo constituye” (todo un dolor de cabeza para personajes de antaño).
Pero, además, existieron – y existen- personas motivadas y concientes en hablar de otras cosas que nos incumben –más o menos- un poco más. Estas gentes se llevan mi admiración – y no solamente por la manera exquisita y sutil en que cuentan y explican su pensar- sino simplemente por los temas que llegan a perturbarlos.
Hace un rato, haciendo zapping en la tele, me detuve en el canal Encuentro para escuchar un poco a Galeano y su programa en cuestión. Sin tenerlo a mano en hojas de papel (pues, cuando uno lo lee parece que de una palabra se desprenden un sin fin de voces; es increíble como logra abrazarte en una especie de magia que no es maga, sino puramente literaria) escuche como relataba detalle por detalle la incineración viva de la pobre Juana de Arco. Que la hallan quemado viva no fue lo que me impresionó, sino la temática del programa: la mujer.
En innumerables veces he tratado de definirla sólo a través de mi experiencia: con mis palabras, a veces pobre y otras revueltas de mi inspiración, traté de darle sentido a lo que verdaderamente significa la mujer. Sin embargo nunca logré ganar. No he podido encontrar armas para batallar contra la idea de describir y denominar con una sola palabra la esencia misma que trasmite la mujer.
Una ves, leí la confesión de un poeta, que en un poema (soy demasiado tedioso para recordar nombres y frases, así que no pidan exactitud) resolvió describirla de una manera tan sutil y cierta que logró llevarse mi admiración. El dijo que en una mujer encontraba otras mujeres, que en tan sólo una se regocijaban y vivían más de una mujer. Personalidad que nunca voy a entender (pues, resultaría un suicidio premeditado tratar de hacerlo) esa es que posee la mujer. Cuantas veces han llovido en mí pensamientos erróneos de aquel ser que es tan necesario para la vida, como para el nacimiento y fin de un amor. Sin la mujer la palabra amor sería incompleta, diría hasta casi vacía. El amor no se contenta con amar a un animal o cosa. Llamarla perfecta sería faltarle el respeto, una mujer –para mí- resuelve y opaca su imperfección con su belleza. Una mujer perfecta no sería bella, su imperfección es la que hace a la mujer un ser hermoso. ¡Y es en todos sentidos que se les ocurra! No es novedoso ni original tratar a la mujer como el ser más preciado y venerado que se halla posado en la Tierra, pero me hace tanta falta recalcarlo que los comparto con ustedes.
¿Qué es la mujer? Me encantaría degustarlos con una respuesta tan cierta como emocionante. Pero sin embargo no tengo la menor idea de donde estoy parado cuando trato de definirla. Acá les van algunos mis más confusos y esparcidos pensamientos de sobre “qué es la mujer”:
Sin ella hoy no estaría motivado – y ahogado- con esto que es el mundo literario. Desde chico me encanta observarla y hacerme amigo de ella. He tratado con muchas y he conocido pocas, sólo algunas me han conocido (con todo el trasfondo y la complicación que implica ese hecho). Mi afinidad siempre circuló en aquellas mujeres (niñas, ¡que son niñas todavía!) que impregnan y rebalsan su mirada con inocencia, ternura y más que nada sinceridad. ¿¡Qué mas tesoro que aquello que sólo posee verdades y un alma tan pura como la claridad de un amanecer en el mar!? Quizás esa sea mi meta, mi finalidad como ser humano, mi más imposible sueño. El olor a mujer debe ser el aroma más saboreado por los bosques de esta ciudad y del mundo. La mirada de una mujer quizás sea más profunda que el océano y sus secretos resulten tan ocultos e increíbles como el origen del arco iris.


A este posteo se lo quiero dedicar a ciertas personitas que han llegado, de uno u otro modo, a conocer mi otro yo. Ellas son:
•Rocio y Agustina Hernandez, Magalí Fiorito, Analía Feber, Valeria y Flavia Demartini, Valeria Gadea, Imelda Cantisani y Micaela Segovia.
Algunas me leen, otras me escuchan.


Siempre mujeres, siempre niñas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo un texto universitario tematizado en la mujer lo tuyo jaja, para empezar a subrrayarlo y estudiarlo antes del parcial, pero viste que soy un irresponsable afortunado... jejejeeee... aparte (y acá me pongo trágico) el único lado que conozco de la mujer es la espalda que me han dado tantas cuando más las necesité jajajaja, no, mentira... siempre me las arreglo para ser yo el que arruina todo jajaja... che, copado lo tuyo, estoy de recorrida por los blogs porque siempre el lindo ver que alguien dejó un comentario... por menos productivo que éste sea jaja. Ahora que tengo tiempo jojoo (vaGation time)