jueves, 1 de enero de 2009

"Conejo" de Abelardo Castillo


Conejo



Y cualquiera que escandalizare a uno de estos
pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
colgase al cuello una piedra de molino de asno, y
se le anegase en el profundo de la mar.
MATEO, XVIII: 6



No va a venir. Son mentiras lo de la enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas. Siempre entendiste las cosas. Al principio me parecía que eras como un tren o como los patines, un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan bueno como los patines, que un conejo de trapo al final es parecido a las muñecas, que son para las chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del mundo, y mucho mejor que los patines. Y las muñecas tienen esos cachetes colorados, redondos. Caras de bobas, eso es lo que tienen.

A mí no me importa si no está. Qué me importa a mí. Y no me vine a este rincón porque estoy triste, me vine porque ellos andan atrás de uno, querés esto y qué querés nene y puro acariciar, como cuando te enfermas y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los demás están para cuando uno se enferma y entonces todo el mundo te quiere. Por eso me vine, y por el estúpido del Julio, el anteojudo ese, que porque tiene once años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la puerta y encima siempre anda pegando. Se ríe porque juego con vos, mírenlo, dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los grandes también pegan. Las madres, sobre todo. Claro que a todos los chicos les pegan y eso no quiere decir nada, pero igual, por qué tienen que andar pegando siempre. Vos, por ahí, vas lo más tranquilo y les decís mira lo que hice, creyendo que está bien, y paf, un cachetazo. Ni te explican ni nada. Y otras veces puro mimo, como ahora, o como cuando te hacen un regalo porque les conviene, aunque no sea Reyes o el cumpleaños.

Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas. Y cómo te trajo también me acuerdo, toma, me dijo, lo compré en Olavarría. El primo Juan Carlos que vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes esos que tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es más grande que yo. Es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe si son tíos o qué. Era una caja grande, y yo pensaba que sería un regalo extraordinario, algo con motor, como el avión del rusito o una cosa así. Pero era liviano y cuando lo desaté estabas vos adentro, entre los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y ella me dijo por qué me quedaba así, como el bobo que era, y yo le dije esto no me gusta para nada a mí, mira la cabeza que tiene. Entonces dijo desagradecido igual que tu padre.

Después, cuando papá vino del trabajo, todavía seguía enojada y eso que había estado un mes en Olavarría, lejos de papá, y que papá siempre me dice escribile a tu madre que la extrañamos mucho y que venga pronto, pero es él el que más la extraña, me parece. Y esa noche se pelearon. Siempre se pelean, bueno: papá no, él no dice nada y se viene conmigo a la puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A papá tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben cómo sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte. Yo, al principio, también me creía que eras un juguete como los caballos de madera, o los perros, que no son los mejores juguetes. Pero después no, después me di cuenta que eras como Pinocho, el que contó mamá. Ella contaba cuentos, a la mañana sobre todo, que es cuando nunca está enojada. Y al final vos y yo terminamos amigos, mejor que con los amigos de verdad, los chicos del barrio digo, que si uno no sabe jugar a la pelota en seguida te andan gritando patadura, anda al arco querés, y malas palabras y hasta delante de las chicas te gritan, que es lo peor. Una vez me dijeron por qué no traes a tu hermanito para que atajen juntos, y se reían. Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se parecen a los tuyos. Me parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes.

Ellos vinieron todos, como cuando la pulmonía. Y puro hacer caricias ahora, se piensan que uno es un nenito o un zonzo. O a lo mejor saben que sé, igual que con los Reyes y todo eso, que todo el mundo pone cara de no saber y es como un juego. Y aunque el Julio no me hubiera dicho nada era lo mismo, pero el Julio, la basura esa, para qué tenía que venir a decirme. Era preferible que insultara o anduviera buscando camorra como siempre y no que viniera a decir esa porquería. Si yo ya me había dado cuenta lo mismo. Papá está así, que parece borracho, y dice hacerme esto a mí. Y ellos le piden que se calme, que yo lo estoy mirando. Entonces me vine, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos casi mucho mejor que el tren y ni por un avión como el del rusito te cambiaba, que si llegan a imaginar que yo te iba a querer tanto no te traen de regalo, no. Y nadie va a llorar como una nena porque ella está enferma y no puede volver por un tiempo. Y si son mentiras mejor. Oscarcito tampoco lloraba. Ese día también había venido mucha gente, pero era distinto. En la sala grande había un cajón de muerto para la mamá de Oscarcito. Estaba blanca. Oscarcito parecía no entender nada, nos miraba a todos los chicos, pero no lloró, le decían que la mamá de él estaba en el cielo. Y esto es distinto. Mi mamá no está en el cielo, en Olavarría está. El Julio, la basura esa de porquería me lo dijo, pero a lo mejor se fue enferma a algún otro lado y por qué no puede ser. Todos lo dicen. Todos menos el primo Juan Carlos, que tampoco está. Y mejor si no está, que a mí no me gustó nunca por más que ella dijera tenes que quererlo mucho, y una vez que yo fui a Olavarría no los dejaba que se quedaran solos. Anda a jugar al patio, siempre querían que me fuera a jugar al patio: ella también. Y después puro regalar conejos, sí. Se creen que uno no se da cuenta, como ahora, que si estuviera enferma no sé para qué lo andan aconsejando a papá y él me mira, y se queda mirándome y me dice hijo, hijo. Y a veces me dan ganas de contestarle alguna cosa, pero no me sale nada, porque es como un nudo. Por eso me vine. Y no para llorar tranquilo sin que me vean. Me vine porque sí, para hablar con vos que lo entendés a uno, y sos el mejor conejo de todos, el mejor del mundo con esas orejas largas, y dos dientes para afuera, como yo cuando me río.

Me parece que no me voy a reír nunca más en la vida yo. Eso es lo que me parece.
Y al final a nadie se le importa un pito de los dientes, porque yo te quiero lo mismo y te quiero porque sí, porque se me antoja. No porque ella te trajo y mejor si no va a volver. Ojalá se muera. Y lo que estoy viendo es que esa cabeza, que tenes no es nada linda, no, y si quiero vamos a ver si no te tiro a la basura, que al final de cuentas nunca me gustaste para nada vos. Y lo que vas a ganar es que te voy a romper todo, los dientes, y las orejas, y esos ojos de vidrio colorado como los estúpidos, así, sin que me dé ninguna gana de llorar ni nada, por más que te arranque el brazo y te escupa todo, y vos te crees que estoy llorando, pero no lloro, aunque te patee por el suelo, así, aunque se te salga todo el aserrín por la barriga y te quede la cabeza colgando, que para eso tengo el tren y los patines y...


Abelardo Castillo

martes, 2 de diciembre de 2008

Una Tragedia más (cuento)

Faltan 45 minutos. Camino despacio, como dibujando sombras. La calle es ancha y me vuelvo una experta camaleón de la urbe. El cielo me acompaña, solidariza sus nubes y me regala una madrugada sin ojos. Soy Angélica Pérez y estoy a punto de matarlo.

Me jacto de ser la única entre mis pares que ha conocido este dolor. Dolor de amor, no de mujer. Quizás haya más pesares, iguales al mío, quizás existan más amores, intensos como el que sufro, pero ignoro quienes o cuales son; mis pasos viajan seguros, escribiendo con cuchillo en mano, una tragedia más.

Luciano Velasco es el nombre de mi enfermedad. Porque Amor se jacta de ser enfermo, una enfermedad que hace perder toda voluntad, toda cordura, todo el tiempo. Él me decretó, al vernos, unión por siempre. ¡Mentiroso! ¡Siempre te negaste a entenderme!

Faltan 30 minutos. La gente me mira. ¿Qué miran? Eso miran, la mirada que yo tengo; esa mirada nebulosa y silenciosa, semejante al del artista, que cuando dibuja su propio arte tranza con el secreto mudo del universo.

Ayer la vi, desde mi cuarto, entrar a su dormitorio ¡Aquella turra! Pensar que su hedor a pescado alcanzó mi cólera. Ayer la vi, por la noche, desnudarse ante mi Luciano. La escuché gemir y la sufrí gozar. Me afligí, me angustié, toleré, aguanté, padecí, ya no más… ya no más.

El tren que mi angustia quiso tomarse, el de las 6:10hs, por razones que nunca sabré, no quiso partir. ¿Habrá confabulado para que yo, Angélica Pérez, me convierta en escritora?

Faltan 15 minutos. Ya está lleno de gente. No siento mis pies, no siento mi dolor. El cuchillo nunca me pesó. Lo llevo desnudo en mi palma y la gente me acompaña. Me persiguen buscando el show.
Luciano me mintió, dijo haberme amado desde un principio. ¡Pensar que desde chicos fuimos amantes! Amantes de un amor natural. Me siento desterrada, nadie cree en mi amor.

¡Juré matarlo si lo volvía hacer! Y es eso lo que mi corazón dicta ahora.

Veo la casa, mi casa. Mis ojos clavados en la puerta, esperan el tiempo. Siento que la gente me habla, me grita, algunos tratan de arrebatarme el cuchillo. ¡Crueles! Hiero a uno en el brazo. Veo, de reojo, sangre manar de su brazo, y como si fuese voluntad de otro, el color rojo me encoleriza y envenena más mi alma. Cruzo el pórtico y arremeto contra la puerta.
La madera se abre…

-¿Mamá?... ¿que? ¡MAMÁ QUE HACEEES!




La mujer alcanza efectuar tres puñaladas, las tres en el vientre. Los vecinos que miraban logran pararla, hiriéndose dos en el forcejeo. La madre del joven asesinado, entra en un estado shock emocional, llegando a producir solamente leves suspiros nerviosos.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Calle Villaguay



La reliquia más
peregrina del corazón
HOY
ha pretificado
su significado en el
vacío de la Urbe.


Calles desoladas,
cuyo unico alimento
es el
recuerdo del más
vagabundo,


HABLAN...


hablan entre
susurros
sobre la ebriedad
sensacional de
aquel espectro.

¡Melancolía
sangrienta!
que consumes
la unica respuesta
que el hombre
le profana

al Mundo.

Aquella fabrica
de emosiones
de dientes blancos
se convierte
en la única
compañía,


la Unica Compañía.


[...]



[b]LittleDreamm[/b]

miércoles, 6 de agosto de 2008

Relato de un sueño latente


Este es el relato de un sueño un poco extraño, dormido y sufrido por un amigo cercano aunque desconocido llamado Joaquín Neolidas, quien me lo confesó con detalle latente la noche del 20 de julio.


Con una ebriedad conciente, producto del comensal horas atrás, escuché como pude el hecho; y como si fuese el responsable de algún legado por cumplir, me encargué de repetírselo a quien fuera capas de prestarme su oído aquella noche.


El rememoró su pesadilla con un aura que se vistió sutilmente ante mí, un aura disimulada como a quien no le importa la cosa; cada palabra suspirada, sin embargo, me inducían al sentimiento helado y vacío del miedo experimentado, un miedo que sin lugar a dudas presenció la carne del joven en aquel sueño.


Sorprendentemente recordaba bien la pesadilla: dijo haber estado estudiando aquella mañana, desde temprano, y cerca del mediodía se quedó dormido. Por los inoportunos- aunque destinados- misterios del mecanismo del sueño, éste se plasmó en la misma habitación en la que su sujeto creador. El sueño comenzó con el chico mirando su cama y sus fotocopias remarcadas, llevaba el mismo atuendo y calzaba la misma alma que el hombre entumecido que yacía en el colchón. Se contempló unos momentos aprovechando el crédito de su inconsciente, quien se decidió por fin a acreditarle la oportunidad de conocerse sin la ayuda de un espejo.


El relato continua con la curiosidad de Joaquín, quien divisó toda la habitación y decidió darle un paseo; recorrió todo el cuarto con la mirada perdida, como buscando algo en su ático intelectual. De pronto escuchó un grito estrepitoso, prolongado, agudo y sollozante. Era de mujer, la naturaleza desesperante de la mujer. El fantasma de carne y hueso bajó las escaleras y se encontró con que el aire había cambiado, la casa se respiraba diferente, se sentía como pesada, algo pausada por el tiempo… se sentía como funeral que acababa de terminar. El soñado siguió hasta la cocina y reconoció, algo confundido, a su tía lidiando con su prima. Pero eso no era lo extraño, lo extraordinario de la situación era el aspecto en el que estaban las cosas. Muebles, pisos y paredes se camuflaban en lo que parecía ser una grande y verde enredadera, había polvo por todos lados y el reloj de la cocina se encontraba ahogado en arena. En su interior sus agujas marcaban con esfuerzo la hora pico del mediodía, todo parecía carcomido por la llegada de algún siglo extraviado, pasado y al margen de la sombría línea del tiempo.


Las parientes de Joaquín siguieron disparando insultos durante la mayor parte del sueño, jamás dieron en la cuenta de que un espectador las observaba; el chico, por razones que sólo el sueño mismo explica, acometió el error, terrible horror de meterse al baño. Espejos, espejos y espejados espejos, todos enfocaban la carnosidad espectral del fantasma; un fantasma que no era invisible y que su mayor pecado fue siempre creer que el universo ausentaba de demonios y ángeles de alba negra. Porque su inocencia ingenua fue el puñal que lo llevo a la tumba.


Joaquín, nadie sabe porque lo hizo, se miró al espejo, reconoció sus ojos pero no su blancura; se acarició la mejilla y ésta se descascaró. Se estaba quemando, se quemaba sin fuego… se quemaba soñando. Gritando de un dolor que sólo el inconsciente sabe sufrir, el chico se despertó sudando y con las manos arañadas por el espaldar de la cama. Sus pies se habían enredado entre las sábanas y la luz de un mediodía recién empezaba a asomarse por el balcón.


Al rato escuchó el llamado matutino de su abuela, avisándole que la comida no se hacía esperar más, y como si fuera en un sueño, al abrir la puerta sintió un pesado aire que lo hizo trastabillar.


Este sueño me hace recordar a la hipótesis, algo extraída de los pelos, de un filósofo llamado Montaine, quien en su “Teoría del Método” llega a una instancia en el que se pregunta por la fiabilidad de los sentidos. Se pregunta por su credibilidad y pone como ejemplo el sueño. Los sueños, en ciertos casos, llegan a ser tan profundos que dan la idea, algo confusa, de que las cosas que pasan cuando dormimos se confunden con las que el conciente vive en la luz del día. Algunos sueños parecen verdaderamente ser vividos, respirados y sentidos como si realmente se sucedieran en la vida real. Montaine se pregunta el por qué no pensar en los sueños que se sueñan como tan creíbles como las cosas que se viven.




Si sufrieron un sueño como el de Joaquín me encantaría saberlo, y por qué no, llegar algún día a confesarlo en lápiz y papel.

martes, 29 de julio de 2008

Mi Profecia Juvenil

Sin la fortuna de poder pertenecer a un poemario, este poema, como ninguno antes visto, necesita un prólogo. Quizás la sola pedanteria de mis palabras confiecen mi propósito, que es ajeno al texto; a saber: la música de este andar no se debe leer sino como un grito desesperado al mundo, con la intención de que mi universo, tan personal como misterioso, ha necontrado las primeras raíces de su propio cause.




Mi Profecia Juvenil


Es de noche y mi
corazón todavía no
duerme.
Quizás nolo haga jamás,
con tan solo
suspirarte
mi penumbra y mi
alma reviven
aquel
momento sin
memorias.


Es de noche y mi
corazón no calla.
Juega con tu
mirada imaginada
y disfruta de
la
carnosidad de tu
fantasma.

Es de noche y mi
corazón dormido
no duerme.


¡Desesperado
estás por la
espera
y llegada de aquel
momento eterno!

Porque no hay
lugar para otro
sueño y El mapa
ya
se ha dibujado.

LLEGASTE ebria de azúcar.
Cruzaste mi
tormenta
heterogénea de olas
y solo esperas
mi anclaje en
TU
manantial reinado
de dones.

!No disimules
tus
inquietudes corazón!

Hoy te han creído
héroe y han
encomendado
en ti
recorrer sin pies
el capricho del
TIEMPO.
esperar...

Mi universo espera
para culminar,
sutilmente,
semejante
PlanMaestro.


littleDreamm



P/D: Destino F D, Barrio de los Escritores.

sábado, 19 de julio de 2008

La mujer. Mi más imposible sueño.

Gente de toda época y edad le ha dedicado gran parte de su tiempo ha hablar de guerras, espíritus altruistas, conocimientos y preguntas sin respuesta. Grandes del pensamiento han tratado de descifrar y encontrar la verdad (si es que la hay) a preguntas referidas nada más y nada menos que a la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Otros, no menos desvalorizados que los anteriores, han intencionado su razón en cuestiones de “el hombre y el ser que lo constituye” (todo un dolor de cabeza para personajes de antaño).
Pero, además, existieron – y existen- personas motivadas y concientes en hablar de otras cosas que nos incumben –más o menos- un poco más. Estas gentes se llevan mi admiración – y no solamente por la manera exquisita y sutil en que cuentan y explican su pensar- sino simplemente por los temas que llegan a perturbarlos.
Hace un rato, haciendo zapping en la tele, me detuve en el canal Encuentro para escuchar un poco a Galeano y su programa en cuestión. Sin tenerlo a mano en hojas de papel (pues, cuando uno lo lee parece que de una palabra se desprenden un sin fin de voces; es increíble como logra abrazarte en una especie de magia que no es maga, sino puramente literaria) escuche como relataba detalle por detalle la incineración viva de la pobre Juana de Arco. Que la hallan quemado viva no fue lo que me impresionó, sino la temática del programa: la mujer.
En innumerables veces he tratado de definirla sólo a través de mi experiencia: con mis palabras, a veces pobre y otras revueltas de mi inspiración, traté de darle sentido a lo que verdaderamente significa la mujer. Sin embargo nunca logré ganar. No he podido encontrar armas para batallar contra la idea de describir y denominar con una sola palabra la esencia misma que trasmite la mujer.
Una ves, leí la confesión de un poeta, que en un poema (soy demasiado tedioso para recordar nombres y frases, así que no pidan exactitud) resolvió describirla de una manera tan sutil y cierta que logró llevarse mi admiración. El dijo que en una mujer encontraba otras mujeres, que en tan sólo una se regocijaban y vivían más de una mujer. Personalidad que nunca voy a entender (pues, resultaría un suicidio premeditado tratar de hacerlo) esa es que posee la mujer. Cuantas veces han llovido en mí pensamientos erróneos de aquel ser que es tan necesario para la vida, como para el nacimiento y fin de un amor. Sin la mujer la palabra amor sería incompleta, diría hasta casi vacía. El amor no se contenta con amar a un animal o cosa. Llamarla perfecta sería faltarle el respeto, una mujer –para mí- resuelve y opaca su imperfección con su belleza. Una mujer perfecta no sería bella, su imperfección es la que hace a la mujer un ser hermoso. ¡Y es en todos sentidos que se les ocurra! No es novedoso ni original tratar a la mujer como el ser más preciado y venerado que se halla posado en la Tierra, pero me hace tanta falta recalcarlo que los comparto con ustedes.
¿Qué es la mujer? Me encantaría degustarlos con una respuesta tan cierta como emocionante. Pero sin embargo no tengo la menor idea de donde estoy parado cuando trato de definirla. Acá les van algunos mis más confusos y esparcidos pensamientos de sobre “qué es la mujer”:
Sin ella hoy no estaría motivado – y ahogado- con esto que es el mundo literario. Desde chico me encanta observarla y hacerme amigo de ella. He tratado con muchas y he conocido pocas, sólo algunas me han conocido (con todo el trasfondo y la complicación que implica ese hecho). Mi afinidad siempre circuló en aquellas mujeres (niñas, ¡que son niñas todavía!) que impregnan y rebalsan su mirada con inocencia, ternura y más que nada sinceridad. ¿¡Qué mas tesoro que aquello que sólo posee verdades y un alma tan pura como la claridad de un amanecer en el mar!? Quizás esa sea mi meta, mi finalidad como ser humano, mi más imposible sueño. El olor a mujer debe ser el aroma más saboreado por los bosques de esta ciudad y del mundo. La mirada de una mujer quizás sea más profunda que el océano y sus secretos resulten tan ocultos e increíbles como el origen del arco iris.


A este posteo se lo quiero dedicar a ciertas personitas que han llegado, de uno u otro modo, a conocer mi otro yo. Ellas son:
•Rocio y Agustina Hernandez, Magalí Fiorito, Analía Feber, Valeria y Flavia Demartini, Valeria Gadea, Imelda Cantisani y Micaela Segovia.
Algunas me leen, otras me escuchan.


Siempre mujeres, siempre niñas.

¿Qué es la Literatura?

¡Silencio! ¡Silencio damas y caballeros! Acaba de subirse el telón. El show está por comenzar:

-¿Qué es la literatura?- pregunta el lápiz de color negro.

-¡¿Qué es aquella cosa que tanto me persigue y molesta?!- Pregunta la hoja de papel- ¡me ensucia! ¡Se aprovecha de mí!

- A mi me usa, se abusa de mi buena voluntad- rezonga la goma de borrar.

- ¿la literatura? A mi desde hace rato me usa para sus inventos- agrega el teclado de la computadora.

-Me siento un laboratorio- dice el monitor.

-¡Callensé! Sin la literatura ustedes no tendrían vida- exclama entrometida la almohada- conmigo piensa.

-Con vos se duerme- dice riéndose un libro.

-con vos también libro viejo y sucio- se excusa la almohada- mejor preguntarle al amo ¿no?

-¡Ahí viene, ahí viene! – gritan al unísono algunos muñecos. En ese momento, el amo entra por la puerta y se desparrama en la cama, apretujando la almohada.

- ¿Quien le pregunta primero? Mira que yo no me animo.- dice el mousse.

- ¡Yo! ¡Yo! Déjenme a mí.- exclama el espejo-.

-¿Qué tanto cuchichean ustedes ahí?- protesta el amo- ¿De que hablan?

- Es que queremos saber que es esa cosa que estudiás- le responde el lápiz negro-.

-¿Por?- se sorprende el amo.

- Porque sí, queremos saber. Vivís con el libro y con nosotros ya no jugas más.

- A mi ya no me miras más.- agrega el espejo.

- Con nosotros te olvidaste lo que es navegar-. Dicen apenados el mousse, el teclado y el monitor.

- En cambio con el…

-¿Con el que, chicos? Haber díganme.

- ¡Con el diario y el libro te la pasas y te la pasas todo el día! – gritan todos juntos.

- Es que me gusta leer y escribir.

- ¿Por qué?

-Pues, porque me gusta la literatura.

- ¡Eso ya lo sabemos! ¡¿Pero qué es la literatura?!

- Esta bien, no tengo ningún motivo para privarlos de mis razones. La literatura es mucho para mí. Haber vení diario que te necesito, vos también lápiz. Mejor poner las cosas por escrito:

“La literatura es ese escondite, aquel ático que poseen todas las casas del vecindario universal, pero que no todas las personas corren la suerte de encontrar la llave para abrirlo. Mi intención no es definirla, ni muchos menos describirla con peinado y atuendo científico, simplemente deseo desvestirla y dibujarla desnuda, tal cual como a mi se me presenta. Mi travesía comenzó el año anterior, entre el furor del último año escolar y las encrucijadas de mi rebeldía. Gracias a J. K. Rowling y el gran mundo mágico que creo con su Harry Potter, estoy estudiando Letras. Ni más ni menos. Muchas carreras -demasiadas diría- se me cruzaron en mi elección, pero al ver este paraíso, este salvavidas del mundo crudo y real, no vacile ni un renglón más. Me genero día a día tantas expectativas y objetivos con esto que mi vida prontamente se va a volver un pergamino, o quizás, un legado para otra generación. Trato de no ahogarme, pero se me vuelve cada vez más difícil.

El otro día leía a Pérez-Reverte, quien decía: “Déjenme decirles una cosa, caballeros. Compadezco a los hombres cómodos, resignados y razonables que nunca leyeron libros que estremecieran el corazón. Compadezcan a quienes nunca se dejaron seducir por una moneda de oro, una hermosa mujer, un amigo fiel, la aventura descubierta en un libro”.

-Gracias lápiz, gracias diario.

- ¿Y todo eso es?

Se cierra el telón y se escuchan aplausos indeterminados.

domingo, 1 de junio de 2008

7

7

Te imagino
como la
persona que
nunca conocí.
¿Serás un sueño
o simplemente
mi sueño?
La magia de
tus ojos
me hacen
enamorar
de la vida,
unos ojos
que solo
disfruto
al ahogarme
en la melancolía
de mis
alusinaciones.
Porque eres
la protagonista
de mis fantasías
y la esencia
misma de
mi alma.
¿Mi corazón
será algún día
complacido
con la pereza
de tu inocencia?
Los ángeles
discuten tu
existencia
enmi paraíso.
Hasta la más
inverosími
lhada duda de
tu belleza.
¿Qué haré contigo?
¿Qué haré sin tí?
Te espero
Te sueño
te amo.